El pasado fin de semana jugué la Final del Circuito de Pitch & Putt que organizó la Federación de Madrid de Golf y que se disputó en el campo de la Escuela de dicha Federación.
Para esta final estábamos clasificados los 16 primeros jugadores de cadavcategoría del ranking que se fue estableciendo a partir de las nueve pruebas de Pitch & Putt que se celebraron a lo largo del invierno por diferentes campos de la Comunidad de Madrid.
La modalidad de juego era Match Play, con enfrentamientos directos entre los jugadores, de forma que el primero del ranking se enfrentaba con el décimo sexto, el segundo, con el décimo quinto, etcétera. El ganador pasaba a la siguiente ronda y el perdedor seguía también jugando, hasta establecer la clasificación definitiva de los dieciséis jugadores.
El sábado se disputaron los octavos y los cuartos de final, y el domingo,la semifinal y la final, además de los correspondientes partidos para establecer los puestos del noveno al décimo sexto.
El fin de semana fue típicamente veraniego, con temperaturas muy altas, por encima de 30 grados, lo que complicó, si cabe un poco más, la práctica del golf.
El campo, en todo caso, se encontraba en perfectas condiciones y me llamaron la atención dos detalles: el estado de los bunkers, muy bien preparados; y que cambiasen las posiciones de las banderas entre el sábado y el domingo.
En cuanto al torneo, propiamente dicho, empecé jugando los octavos de final con el segundo del ranking, dado que finalmente terminé décimo quinto en el ranking de segunda categoría.
Era la primera vez que jugaba esta modalidad de golf y además con enfrentamiento directo. Y es un juego totalmente diferente, especialmente en el aspecto psicológico, puesto que, normalmente cuando juego al golf, juego contra el campo y contra mí mismo para intentar bajar hándicap, sin importarme realmente el resultado de los demás y, concretamente el resultado de mis compañeros de partido, que es el que tengo a mano.
Sin embargo, en el Match Play, además hay que tener en cuenta el resultado del jugador al que te estás enfrentando, obviamente considerando que si a él leva bien, a ti te va mal.
Y así empecé el primer partido realmente nervioso. Tan nervioso que en el primer hoyo que jugamos (el hoyo 9) me equivoqué en la elección de palo y jugué un palo más de lo que traía pensado que iba a jugar. Aunque mi adversario hizo una salida bastante floja, en la que se fue muy largo, al equivocarme yo de palo, fui casi igual de mal que él.
Al final perdí el hoyo y así sería la tónica de casi todo el partido. Él haciendo salidas regulares, pero luego recuperando increíblemente y acabando casi todos los hoyos con approach y putt. Y yo saliendo bastante bien, cogiendo un montón de greenes, pero sufriendo para acabar con dos putts.
Solo conseguí ganar un hoyo con el único birdie que hice. El resto fueron,hoyo perdido para mí, o empate. Así llegué a falta de cuatro hoyos y cuatro abajo, por lo que solo tenía opción de empatar ganando los cuatro hoyos que quedaban y terminé perdiendo por 5 & 3.
El segundo partido del sábado, creo que fue el partido en el que más aprendí de entre todos los torneos que he jugado en mi vida.
Me explico. Jugué contra el perdedor del otro partido que se estaba jugando por el mismo hoyo por el que yo perdí mi primer partido. Y, al contrario que yo, mi adversario había perdido la ilusión y las ganas de jugar, por el hecho de saber que ya solo jugaba por un puesto entre el noveno y el décimo sexto lugar.
Yo empecé bien, poniéndome dos arriba en los dos primeros hoyos. Llegué a ponerme cuatro arriba y entonces perdí tres hoyos seguidos. Me entraron las dudas y los temores. Y entonces caí en la cuenta de que él no tenía muchas ganas de jugar y que estaría igual de cansado que yo. Y que, seguramente, su cabeza estaría dando vueltas como la mía.
Al final llegamos al hoyo 18 empatados, y él solo perdió el partido haciendo un socket de salida y terminando con doble-bogey. Por mi parte hice una salida recta, corta, intentando no arriesgar y pude acabar con par y así ganar el partido por uno arriba.
Esa idea de convencerme a mí mismo que mi adversario debía de estar igual que yo, o peor, me sirvió al día siguiente para ganar el tercer partido, a pesar de haber pasado de estar cuatro arriba a solo uno y acabar terminando con dos arriba y un hoyo por jugar.
El último partido, pues, decidiría si acababa en el noveno o en el décimo puesto.
De nuevo comencé bien y me puse pronto dos arriba. También estuve uno abajo. Volví al uno arriba y acabamos los últimos hoyos empatados. Al final, en el primer hoyo de desempate, mi adversario hizo un birdie desde el antegreen a unos tres metros del hoyo y con eso me ganó el hoyo y el partido.
Finalmente acabé décimo, pero encantado con la experiencia. Me ha parecido maravillosa y he aprendido un montón.
Para terminar, la velada, la Federación tenía preparado un cocktail para la entrega de premios. Y ésta fue la última de las sorpresas agradables que me tenía preparado el fin de semana.
Ahora vienen unas semanas con la agenda un poco complicada por mi parte, pero intentaré jugar algún torneo, como mucho en dos o tres semanas.